Aprendimos a tomar café observando a nuestros parientes, y estos aprendieron a su vez de los suyos. La presencia del café en la rutina diaria es un hábito ancestral. Compartir una taza de café es tan cotidiano, que resulta difícil imaginar un tiempo en el que no se conociera esta bebida.
Siglo VII, momento clave para el café
Las noticias sobre el café no llegan sino hasta el siglo XII. Hasta esa fecha, los granos de café eran desconocidos para buena parte del mundo. Es probable que en las tribus de Etiopía, hayan consumido este fruto en su estado natural, pero mayormente era consumido por las cabras, quienes al ingerirlo, se comportaban de manera más activa.
Se cuenta que en el siglo XII notó la reacción de sus animales al comer estas semillas y quiso averiguar el por qué de este comportamiento. Llevó algunos granos donde un religioso muy docto quien al examinar las semillas concluyó que eran un fruto sin importancia arrojándolas al fuego de la chimenea.
El delicioso aroma de las semillas tostadas se esparció por todo el seminario, atrayendo a los monjes. Al notar que el aroma provenía de las semillas que aún ardían entre los leños, las rescataron para llevarlas a la cocina y aprovechar sus potencialidades como infusión. De allí surge esta preparación, una de las favoritas de la humanidad entera.
Una cultura nacida en torno a una semilla
Toda una cultura ha sido desarrollada en torno a esta semilla que ha sido muy estudiada. Muchos han sido los avances tecnológicos que se han generado a partir del gusto por esta bebida. Uno de ellos es la cápsula dolce gusto, que contiene una dosis única y perfecta de un café a la medida.
Todo el trabajo iniciado desde la siembra de la semilla hasta el sellado de la cápsula dolce gusto, es garantía de un producto de máxima calidad. Cuando usted introduce cápsula dolce gusto en la máquina, y al pulsar da inicio al proceso, tiene la certeza de que en instantes recibirá lo mejor de esa deliciosa bebida descubierta hace nueve siglos.